11 Mar ▷ Cómo reducir tu desperdicio alimentario sin sucumbir en el intento: 17 consejos
¿Eres de aquell@s que, como yo, no ha conocido el hambre de manera directa (¡ojo! digo en tus propias carnes)? ¡Eres un/a auténtic@ afortunad@! Sin embargo, para muchas personas (entre ellas, gran cantidad de niños y niñas), esta situación forma parte del día a día. Mientras esto sucede, en otros lugares del mundo nos permitimos el lujo de derrochar y desperdiciar alimentos (y otras muchas cosas) sin miramiento.
Disminuir el desperdicio de alimentos no es una cuestión de capricho, moda o rebeldía, es una necesidad real. Si aún no sabes lo que hay detrás del desperdicio alimentario, ¡quédate a leerlo! Serán tan solo unos minutos.
Al final del artículo se aportan consejos prácticos para que tú mism@ puedas aminorar este grave problema. Pero primero contextualicemos y comprendamos la temática.
Contenidos
- 1 ¿Qué es exactamente el desperdicio alimentario?
- 2 Datos para reflexionar sobre el desperdicio alimentario
- 3 ¿Se produce el mismo desperdicio alimentario en todos los grupos de alimentos?
- 4 ¿El desperdicio de alimentos es igual en todos los países?
- 5 ¿Conocemos la historia detrás de cada alimento desperdiciado?
- 6 ¿Cuál es la trascendencia real del desperdicio de alimentos?
- 7 ¿Qué puedo hacer yo como ciudadan@ contra el desperdicio alimentario?
- 8 Conclusión final sobre el desperdicio alimentario
¿Qué es exactamente el desperdicio alimentario?
Existe cierta confusión. Habitualmente oirás: “desperdicio”, “pérdida”, “despilfarro”, “desecho” …para abordar el mismo tema, aunque existen ciertos matices:
- Pérdidas de alimentos: se refiere a la producción primaria (agricultura, pesca…), almacenamiento, transporte y transformación. Dicha pérdida deriva de las acciones de l@s proveedores de alimentos. Ejemplos: fruta no recolectada, pescado capturado que se descarta, infraestructuras inapropiadas que imposibilitan una buena conservación, entre otros. El 14% de los alimentos producidos a nivel mundial se pierde en estas fases (FAO, 2019).
- Desperdicio o despilfarro de alimentos: hace alusión a lo que se desaprovecha a partir de minoristas, proveedor@s de servicios y consumidor@s. Y ahí entramos nosotr@s. El dato actual está siendo desarrollado por PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), pero se calcula un desperdicio alimentario del 17% en estas fases de la cadena.
14 % + 17% = 31%. Es decir, más o menos, un tercio de lo que se produce. Absurdo, ¿no crees?
Tanto pérdidas como alimentos desperdiciados acaban siendo desechos. Son provisiones que no cumplen con su función, la de alimentar:
- Desechos: alimentos o parte de los mismos que no se terminan consumiendo, por haber sido descartados al inicio de la cadena (pérdida) o al final de la misma (desperdicio), considerando también aquellas partes no comestibles, es decir, huesos, espinas, ciertas vísceras, etc.; fragmentos muy variables, ya que lo que se considera comestible en unas culturas puede no serlo en otras.
Ahora bien, lo más habitual es encontrarse el término desperdicio alimentario para referirse al conjunto de residuos generados a lo largo de la cadena. Por tanto, y aunque ya conocéis la diferencia oficial, hablaremos de desperdicio alimentario de una manera general para referirnos a todo. Actualmente, los distintos países están transitando hacia una estandarización de conceptos, de formas de medición y de interpretación de datos para responder de manera homogénea a los indicadores de la meta 12.3 del ODS 12: Producción y consumo responsables, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La meta 12.3 plantea:
«Para 2030, reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos per cápita en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y distribución, incluidas las pérdidas posteriores a las cosechas».
Las razones del desperdicio alimentario son muy variopintas: infraestructuras deficientes, fallos técnicos, mala planificación, consumismo, inconsciencia, desconocimiento, despistes, falta de valorización de las cosas, cuestiones de estética (en serio, y con todos mis respetos, ¿quién sería el/la mentecat@ que decidió que un pimiento torcido era menos pimiento, que un aguacate con manchas merecía menos aprecio o que una manzana muy pequeña podría ser menos sabrosa?). Pues me gustaría que supieras que, debido a este tipo de estándares absurdos, muchas frutas y verduras son rechazadas cada día.
¡Cuánta tontería tenemos en la cabeza! La magia está en aceptar la imperfección.
Datos para reflexionar sobre el desperdicio alimentario
Como venimos de comprobar, 1/3 de los alimentos que se producen acaban en la basura. Estamos hablando de toneladas y toneladas. Como lo lees, curiosamente interesa producir a lo grande para acabar tirándolo. Y cuando se desecha un alimento se menosprecian todos los recursos que fueron empleados en su producción: agua, tierra, energía, mano de obra, esfuerzo, semillas y otros insumos. ¿No te parece una gran incongruencia?
Al mismo tiempo, y volviendo a la cuestión del hambre, a nivel mundial:
- Aproximadamente, el 11,7% de la población se encuentra en situación de inseguridad alimentaria grave, es decir, está subalimentada o, dicho de otro modo, pasa hambre.
- El 6,7 % de los menores de 5 años, presenta desnutrición aguda (bajo peso para su talla) y el 22%, desnutrición crónica (retraso en el crecimiento, físico e intelectual).
Para más inri, la comida desechada reposa en vertederos, donde libera gases de efecto invernadero hasta su completa descomposición. Concretamente, entre el 8 y el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden del desperdicio alimentario (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático-IPCC, 2012-2016).
Pero esto es solo una parte del impacto total que representa todo el sistema alimentario actual: causante del 26% de las emisiones totales (en producción, transformación, transporte, conservación, envasado, etc.).
Por tanto, puedes imaginar que esto no va solo de incoherencias, ética e injusticia social, sino también de medioambiente y contaminación (una contaminación claramente evitable). El desperdicio de alimentos contribuye en gran medida al cambio climático.
¿Se produce el mismo desperdicio alimentario en todos los grupos de alimentos?
No, cada grupo de alimentos representa una pérdida concreta con respecto al total de desperdicio alimentario. Los más perjudicados son verduras, frutas y cereales.
Elaboración propia a partir de: Tu dieta puede salvar el planeta (Sánchez A, 2021).
Sin embargo, si analizamos la cantidad de desperdicio de cada grupo de alimentos con respecto a su propia producción, el dato cambia ligeramente. Es decir, de todas las frutas y verduras producidas, ¿cuánto se pierde y desperdicia?, de todo el pescado capturado, ¿cuánto se desecha?, de todos los cultivos para aceite generados, ¿cuánto se desaprovecha? Etcétera, etcétera. Se responde a estas preguntas mediante el siguiente gráfico:
Elaboración propia a partir de: Tu dieta puede salvar el planeta (Sánchez A, 2021).
Se aprecia que, del total de pescado capturado, se pierde y desperdicia, en alguna de las fases de la cadena, la mitad. Y del grupo de frutas y verduras, casi la mitad. ¿No os parece algo escandaloso dada la situación actual de desnutrición en el mundo?
¿El desperdicio de alimentos es igual en todos los países?
A grandes rasgos, la respuesta sería no. Puede variar enormemente en función de muchos factores. Hasta el momento se concluía que, en los países empobrecidos, se producían pérdidas indeseadas por las circunstancias de base, debido a la falta de estructuras, logística, formación, entre otras, es decir, pérdidas a nivel de los primeros eslabones de la cadena (producción, transporte y almacenamiento). Y en los países de alta renta, desperdicio alimentario evitable, a través de mejores prácticas de elaboración y adquisición de buenos hábitos, sobre todo en las últimas fases de la cadena (minorista, servicios y hogares).
Sin embargo, en el informe Food Waste Index Report 2021 de United Nationes Environment Programme, se refleja que el desperdicio alimentario en los hogares está siendo alto de manera global, con independencia de la riqueza de un país (se refiere a la media general del país ya que se entiende que una familia que no tenga nada para comer seguramente no desperdicie ni un solo grano de arroz). Vemos que, aunque los problemas de base entre países sean distintos, a nivel de algunos hogares el comportamiento es reprobable y debería ser reconducido.
¿Conocemos la historia detrás de cada alimento desperdiciado?
Como con las personas, detrás de cada plato hay una larga historia, que con frecuencia interesa poco, ya que lo que prima es satisfacer la necesidad del momento. Pero cuando nos paramos a analizar de donde viene aquello que nos comemos, descubrimos que el atún no crece en latas ni el jamón cocido nace en un envase de plástico. Y entonces la historia se complica…
Desconociendo en ocasiones su trayectoria, cómo ha llegado hasta aquí y lo que ha sido necesario para elaborarlo, compramos sin control, tiramos sin reparo, nos quejamos del dolor de nuestro bolsillo e incluso nos apenamos por l@s que no tienen, pero desafortunadamente, perpetuamos los mismos actos cada a día.
Y es que “se puso malo sin querer”, “olvidé meterlo en la nevera”, “se me pasó congelarlo”, “calculé mal”, “compré de más”, “pensé que lo necesitaba…”, “me entró el ansia”, “compré con hambre”, “lo cogí por si…”, “había un 2×1”, “era tan barato…” son solo algunas de nuestras frases estrella para excusarnos y seguir en la misma dinámica.
¿Cuál es la trascendencia real del desperdicio de alimentos?
El desperdicio alimentario va más allá del simple gesto de depositar algo en la basura. No se desecha solo un alimento. Se trata del trabajo de los agricultores, su esfuerzo, tiempo y dedicación. Se trata también de los recursos naturales que nos ofrece la tierra (por cierto, gratis y sin pedir retribución).
Se trata de consideración y respeto por los propios alimentos (difícil apreciar su valor si nunca nos han faltado, yo me incluyo en el saco). Se trata, por último, de ética y solidaridad con las personas que no pueden acceder a ellos.
Conclusión: somos desagradecidos sin ni siquiera darnos cuenta ya que desconocemos todo este proceso. Pero si aún sigues ahí, ya eres un poquito más consciente que hace unos minutos, aunque menos que dentro de unos cuantos si continúas leyendo 🙃.
Los recursos utilizados en la producción de alimentos no deben acabar en los vertederos sino en platos para alimentar a la población. Al fin y al cabo, para eso fueron concebidos. Por ello, obremos con coherencia y recordemos que, disminuir este disparate del desperdicio de alimentos presenta un beneficio a nivel económico, ambiental y social. Y a nivel personal, aunque cueste creerlo, sentirás una diferencia.
¿Qué puedo hacer yo como ciudadan@ contra el desperdicio alimentario?
¡Muchísimas cosas!
Pero sin estresarte, porque no es necesario que hagas todas de golpe sino integrar poco a poco las acciones que mejor se ajusten en tu día a día, sin que te suponga un gran desbarajuste.
Actividades a favor del zero food waste:
1. Come conscientemente (y no como los papagayos). Puede parecer que no guarda una relación directa, pero la tiene. Aprende a valorar la comida, revisa tu relación con ella, infórmate acerca de su producción y su composición, pero sin obsesiones. Por un momento, reflexiona, ¿qué sería de ti si no dispusieses de alimentos cada día?
2. Planifica semanalmente. Vence al septimo pecado capital, la pereza. No tardarás más de 15 minutos en pensar un poco por encima lo que podrías cocinar y comer a lo largo de la semana. Sin volverse loc@, sin seguirlo a pies juntillas, pero dispón de una idea para no llegar a casa y comer lo primerísimo que encuentres en la nevera. Esta acción y la anterior favorecen también tu salud y bienestar.
3. Prepara una lista antes de ir a la compra para adquirir solo lo necesario. Es bueno para el planeta y para tu bolsillo. No quiere decir que no puedas tener en la despensa alimentos que te faciliten la vida, aquellos altamente duraderos. A tod@s nos gusta tener un plan B para cualquier circunstancia, pero se trata de comprar con cordura.
4. Presta atención al 2×1 con fechas próximas. A veces, puede ser útil si justo necesitamos dicho producto. Por ejemplo, celebras un cumpleaños y existe un 2×1 de pan de molde. Podrías hacer numerosos sándwiches ¡Adelante! Lo vas a consumir enseguida y ahorrarás algo de dinerillo. En caso contrario, sería posible que uno de los paquetes acabase enmoheciendo. El 2×1 o el famoso 3×2, a veces es una “trampa”, y lo que a priori parece una oferta, es una pura estrategia de marketing. Se observador/a y analiza tu necesidad real.
5. Elige frutas y verduras consideradas “feas” (ojo, no digo podridas); me refiero a aquellas que por su forma, color o calibre suelen ser apartadas, pero son nutritivas y sabrosas (zanahorias torcidas, limones deformados, pimientos dobles…).
6. Diferencia entre fecha de caducidad y consumo preferente. En ocasiones, cuando vemos una fecha vencida, tiramos un producto por desinformación. La fecha de caducidad se encuentra en alimentos muy perecederos (carnes, pescados, leche fresca, etc.). Pasado el plazo no se garantiza la inocuidad de los mismos. La fecha de consumo preferente se expone en alimentos que, en principio, no son peligrosos. Puede que sus características organolépticas no se mantengan intactas pasada la fecha, pero siempre que se hayan conservado correctamente, no existe riesgo para la salud (yogures, pan de molde…).
7. Ordena los alimentos adecuadamente en nevera y despensa. En ocasiones, almacenamos alimentos al tuntún, sin revisar lo anterior. Utiliza el criterio FIFO (first in, first out). Lo primero que entra es lo primero que sale.
8. Da o comparte. Por ejemplo, si te vas de vacaciones y tienes alimentos en la nevera que no se pueden congelar, distribuye entre l@s vecin@s, familiares, amig@s o gente que lo necesite.
9. Congela. Además de la comodidad que ofrece, alargarás el tiempo de vida útil.
10. Sé ingenioso con las sobras, ¡se pueden hacer mil maravillas! Échale imaginación y ganas.
11. Evita porciones superiores a las que puedes comer. Aunque esto no depende de nosotr@s sino de la política del servicio de restauración (bar, restaurante, etc.), si sabes de antemano que no vas a comer dicha cantidad, ni vas a pedirla para llevar, nunca está de más indicar que la ración sea menor y más acorde a tu apetito.
12. Pide las sobras en el restaurante (lo que se conoce como doggy bag). Sin ningún tipo de vergüenza. Lo que nos debería avergonzar es dejar medio plato en la mesa y que acabe en la basura.
13. Sirve porciones de menor tamaño en casa, ¡siempre se puede repetir!
14. Guarda coherencia en los almuerzos con compañer@s. Os sonará la típica escena de una hilera de platos a medio consumir. ¡Qué fácil es venirse arriba! (sobre todo con unas cervecitas). Pero igual de fácil es pensar con cabeza teniendo en cuenta las personas y el apetito presentes. Siempre me ha sorprendido que se pida a lo loco, como si la cocina cerrase para siempre y no se pudiera volver a pedir, como si tuviera que ser, ahora o nunca.
15. Forma parte de proyectos con propósito. A este respecto, colaboro con la empresa Equal Food. Pone en contacto a l@s agricultores de la zona con el consumidor final, salvando gran cantidad de alimentos que acabarían, injustamente, en la basura. Sin intermediarios, se favorece un precio justo para l@s agricultores y l@s clientes. ¡Una maravilla! Te invito a que busques en tu ciudad, seguro que hay alternativas como esta. Otro proyecto interesante es el de Too Good to Go, que pone en contacto a establecimientos y ciudadan@s para aprovechar comida cada día.
16. Si tienes la oportunidad, composta. Existen varias maneras: separando la materia orgánica en casa y llevándola después al contenedor marrón (disponible en algunas comunidades autónomas de España) o (esta ya es más pro) compostando tú mism@, si dispones de ganas, espacio y una compostadora.
17. Infórmate, cambia hábitos erróneos (en la medida de tus posibilidades), contribuye a sensibilizar a otras personas y piensa con coherencia. L@s consumidores tenemos un gran poder con nuestras elecciones diarias. De nuestras compras dependen muchas decisiones a lo largo de la cadena alimentaria de producción. ¡Tus actos pueden marcar la diferencia!
Pero ojo, aunque tenemos parte de responsabilidad, no todo el peso debe recaer sobre nosotr@s. Es un trabajo conjunto entre los diferentes actores de la cadena: agricultor@s, ganader@s, pescador@s, productor@s, propietari@s de tiendas, gestor@s de restauración colectiva, distribuidor@s, transportistas, consumidor@s, y por supuesto, l@s elaboradores de políticas, es decir, los gobiernos. Actualmente, se está tramitando la primera Ley de Prevención de Pérdidas y Desperdicio Alimentario de España, que implantará medidas concretas a lo largo de los distintos eslabones de la cadena. Menos mal que surge un poco de sentido común entre tanto desvarío.
Conclusión final sobre el desperdicio alimentario
Como ciudadan@s del mundo tenemos una serie de obligaciones morales. El hecho de despreciar, infravalorar o desechar lo que en otros lugares se necesita es un terrible acto de desconsideración. Aunque cueste ver la relación, o la desconozcamos, lo que hacemos en una parte del mundo tiene una repercusión directa en otra.
En cuanto a este y otros cambios, siempre habrá quién te diga: “que ganas de complicarte, si total, tu sol@ no vas a conseguir nada haciendo esto o aquello…”.
Para mí la respuesta es clara:
No es lo que yo consiga, sino lo que conseguimos muchos. El cómo yo viva no pretende cuestionar las acciones de nadie. Si vives alineado, teniendo claros tus valores, pensando, sintiendo y actuando conforme a ellos, es difícil sentirse desmoralizad@ por los comentarios de los demás.
Para mí, ser cómplice de realidades que rechazo, es contribuir con ellas y cuando se quiere luchar contra ciertas situaciones socialmente aceptadas (aunque incorrectas), la mejor forma de hacerlo es saliendo de ellas.
Me despido con una frase, que alguien dijo alguna vez, y que, por cierto, es de lo más elocuente que escucho últimamente:
“¡Qué no pase ni un solo día sin cuestionar lo establecido!”
Amén
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Si deseas citar este artículo en tus trabajos académicos:
Martín-Rubio L. Cómo reducir tu desperdicio alimentario sin sucumbir en el intento: 17 consejos [Internet]. Nutrición y Hambre Cero; 2022 [consultado día/mes/año]. Disponible en: https://nutricionyhambrecero.com/seguridad-inseguridad-alimentaria/
Docente, Especialista en Salud Internacional, Cooperación y Comunicación en Salud, Dietista-Nutricionista y Consultora/Auditora de Calidad Alimentaria.
solntze
Posted at 17:34h, 07 abrilViva el doggy bag…! a mi me lo enseñó a hacer mi amama (abuela en euskera) y entonces nos daba vergüenza.
Menos mal que los tiempos cambian…
Laura Martín Rubio
Posted at 11:33h, 08 abrilHola Solntze,
Muchas gracias por tu comentario. ¡Que sabias las amamas! Cuanto me alegro de que las cosas cambien tomando un tono más coherente. También tengo a mi alrededor personas que sienten vergüenza de pedir las sobras, pero con la vergüenza no se va a ningún lado, ¿verdad?
Saludos!
Maria Luisa Eugui
Posted at 18:41h, 12 abrilMe parece importante secundar este proyecto de evitar que se desperdicien los alimentos. Quizás hay que incluir este tema en la educación desde la infancia. Llama la atención como se fomenta de manera excesiva por ejemplo una cultura de alimentos y menús muy exóticos excesivamente caros sin analizar sus consecuencias cuando hay tanta población con falta de alimentos.
Otra idea es conseguir que los excesos de producción de alimentos en un país se puedan enviar en buenas condiciones a países con necesidad. Crear las vías para que lleguen.
Laura Martín Rubio
Posted at 19:01h, 20 abrilHola María Luisa!
Muchas gracias por tu apoyo y por la aportación en un tema tan complejo. Producir de manera coherente y respetuosa con el medio ambiente (y consumir de manera lógica), generaría menos desperdicio. El caso es que, aunque lo ideal es que no exista exceso, de haberlo, este se podría reconducir en el propio territorio, a nivel cercano, pero a nivel global, no debería ser una solución. ¿Por qué digo esto? Porque este remedio favorecería que siga existiendo desigualdad entre regiones y que un@s dependan de otr@s, mientras seguimos agotando recursos desde este lado del planeta.
No es que no haya comida para tod@s, es un problema estructural de base, de desigualdad en el acceso, la disponibilidad y utilidad de los alimentos. En el artículo: “Seguridad e Inseguridad Alimentaria: 10 aspectos que te sorprenderán”, se entiende un poco mejor.
¡Gracias nuevamente, María Luisa!
Saludos!